Fair Play

Fair Play

Reflexión que nos remite D. Santiago Echevarría Sangro para compartirla con otros jugadores españoles de cróquet.

4-2-2021

El croquet es un deporte y un juego apasionante en el que se precisa, para destacar, tener una serie de cualidades, entre otras habilidad, precisión, estrategia, concentración y autocontrol. ¿Quiere decir esto, por tanto, que el que las posea en mayor grado será el mejor? A mi juicio no. Puede que gane todos los partidos, pero no será el mejor jugador si a todas esas cualidades no añade la más importante: el fair play. A modo de cimiento de un edificio, sin fair play todo se viene abajo. Estamos hablando de juego limpio, de respeto a las normas y al adversario, de igualdad de oportunidades entre los contendientes y de comportamiento leal, sincero y correcto. Es entonces cuando a ese jugador se le puede considerar bueno y que está entre los mejores. Esto es, cuando no gana a cualquier precio, sino cuando lo hace de una manera justa y honrada.

Recuerdo un caso muy ilustrativo, que ocurrió en un club en la provincia de Cádiz. Se celebraba un torneo internacional de golf. Después de cuatro días de competición, a razón de cinco horas cada jornada, el jugador que ganó, noruego de origen, caminaba encantado hacia la casa club recibiendo la felicitación del numeroso público asistente. Ya en el edificio principal consiguió aislarse y fue entonces cuando se dio cuenta de que en su bolsa reposaba un palo más de los 14 permitidos. Lo había guardado allí por error. Nadie lo había visto. No lo llegó a utilizar en ningún momento en los días de competición. Sabía que si lo declaraba le penalizarían y perdería ese torneo soñado y que le había supuesto tantos días de preparación. Lo declaró. Es la máxima expresión de fair play que yo conozco.

Al igual que para aprender la técnica, para actuar con fair play uno tiene que ser instruido en ello, por lo que debe imitar a otros que compiten siempre así y que respetan el fair play en toda ocasión. Debe recibirse educación al respecto y ser aleccionado por otros, desde la familia y otros jugadores a los monitores deportivos. Digamos que hablamos de una cultura. La cultura del fair play. Cuando se posee se podrá llegar a la excelencia deportiva, pero si falta nunca se alcanzará.

Esta “educación deportiva“ no hay que confundirla con una falsa bondad o indulgencia. La educación no consiste en “por favor, señora, pase usted el aro primero”. La igualdad de oportunidades entonces desaparece. Más bien se basa en “ponga usted todo su empeño en pasar ése y todos los demás aros, que yo pondré el mío para que eso no ocurra“. Eso sí, siempre correctamente en las formas y en el fondo, y siendo respetuoso con las reglas y en el comportamiento dentro y fuera del campo. Así podremos, al final, darnos la mano, uno ganador y otro perdedor, pero ambos orgullosos de haber competido lealmente.

 

4 de febrero de 2021
Santiago Echevarría Sangro